sábado, 19 de julio de 2025

Conil 1990



A MI MADRE NTRA. SRA. DE LAS VIRTUDES

Infinidad de veces intento verte y todo queda en el intento, hoy en desagravio quiero ponerte unas letras, pero me imagino que Tú mejor que nadie sabe de mi pereza y de mis pocas dotes de escritor. Pero me arriesgo a ello y no quiero dejar pasar  tu día haciendo que mi esfuerzo siga de modesto regalo en tu onomástica. Te escribo porque quiero que sepas que te quiero y ya en otras ocasiones, con personas que se fueron a Tu reino me di cuenta del amor que les tenía al faltarme y nunca se lo demostré. Pienso les hubiera gustado saber de mi cariño, pero Tú que me conoces, sabes cómo guardo mis sentimientos. A Ti te necesito, y en el día de tu Santo del pasado año me di cuenta de tu grandeza a pesar de tu pequeñez. Esperaba tu paso, lo hacía como una cosa más, estaba trite como muchas veces lo estoy, no me van las fiestas ni las muchedumbres. Sentía la música que te acompañaba y de pronto la fragancia de tus nardos me sacron de mis pensamientos. Vi como las gentes a tu llegada te acogían con fervor, vi los labios que se movían diciéndote una plegaria. Me fijé en ti, me miré en tus ojos y vi todas las miserias de mi alma. Me avergoncé de ser tan poco agradecido y de no ir siempre a buscarte y ver como venías a mí. Comprendí que por algo las madres son madres y por eso hoy con estas torpes letras te doy gracias por tanto como nos das y te pido nos de fe y nos tiendas tu mano para que el paso por este penoso mundo sea el camino que nos lleve a gozar de tu gloria.


OFRENDA FLORAL

En la búsqueda constante de los caminos que nos acercan a lo maravilloso objetivo concreto de mi afán en mi permanente tentación a la belleza, de nuevo, un año más acudo a la llamada, para constituirme en colaborador de este Programa, convirtiéndome al unísono en espectador, oyente y participante de las vivencias de esta manifestación popular.

Tocado ya con la gracia que el Cielo le transmite en su sonrisa azul, revestido con la dorada túnica de sus arenas, acicalado con las brisas que permanentemente le acarician y salpicado   con la calada espuma del encaje de sus olas Conil traspasa el umbral de sus Fiestas Patronales.

El tiempo nos trae nuevas inquietudes y nuevas alegrías. Ni las unas ni las otras caminan nunca solas junto a nosotros: aquellas se nos clavaron, y de sus heridas nacieron nuevos frutos que las aguas del océano llevaron hasta los confines, sin alejarse de nosotros. Alegrías que llenaron momentos de tantas pequeñas cosas y vivencias habidas a lo largo del estío, que ya anuncia su inminente ocaso.

Queda atrás la noche de las incertidumbres, que muchas veces fue la mía, incapaces de soñar en la madrugada, dejándonos en el mundo del recuerdo, que se adentró en la arena estéril de la hondura de los sentimientos.

Apenas queda un murmullo del ruidoso vocerío que inundó nuestras horas. Todo quedó ya detrás.

Hoy es tiempo para el silencio. Silencio que sólo se rompe con la palabra plasmada en grafismo para abrir mi intimidad a las puertas de las Fiestas, una vez franqueado el Arco de la Villa.

Hora es pues de levantar la frente y fijar la mirada en el horizonte azul conileño.

La belleza, que en este viejo Mergablo tiene en estos días su máxima expresión, no es posible sin el protagonismo del pueblo. Así el rito de la participación, del sentir popular, se consuma con los actos profanos que servirán de regocijo y de unión, cual cordón umbilical, con el filial y final homenaje a la Celestial Patrona el día de su onomástica, homenaje que culminará con la apoteosis de la procesión por las calles de la Villa.

En un rito que el pueblo de Conil adicto con Ella misma no puede dejar de renovar su tradición.

Será el colofón de los actos. La orfebrería del templete del paso de la Seóra se rasgará con el alumbrado blanco de sus nardos. Cuatro esquinas de albura; cuatro surtidores de una primavera inesperada; cuatro reliquias de un bálsamo oriental rescatado por Conil; cuatro convergencias de varas abiertas en un equilibrio de primores, se vuelve artesanía de destellos…

María de las Virtudes, bordará cíngulo celestial sobre el bastidor de las calles aledañas a su Casa.

Las gaviotas acudirán desde la playa ensartando las alturas y presentarán armas en vuelo suspendido.

El viento de levante, fiel a su cita, moverá las ramas dejando oír el comentario de las hojas y resecará nuestros labios.

Con paso lento, el cortejo pondrá rumbo al Templo Parroquial para hacer su triunfal recogida.

Los nardos regresarán a la umbría de las bóvedas, más lozanos que salieron.

Sólo ella, con su Niño en brazos, se habrá dado cuenta…

Ricardo Mora Cárdenas

Conil, Septiembre 1990 

Con la fama que tenemos de estar siempre en “Fiestas”, no cabrían pujas, amores por lo ajeno, ni tanta malicia al sobreentender que de esa forma el grado de convivencia aumenta positivamente y saludos olvidados se convertirían en muestras de la estima perdida pero reemprendida. No nos daríamos así, bofetadas sin manos y no formaríamos grupos cerrados que coexisten con tan sólo un lazo de unión: LA DROGA. Quizás un día  sus filas sean engrosadas por uno de tantos de los suyos que se creen inmunes a tal adicción, pero… ¡Ay de ti!, que te ves tan fuerte.

¿Por qué no multiplicamos los lazos? Así quizás tanto a ellos  como a nosotros alcance la esperanza compartida y no el destierro solidario.

Cada día de pasividad gratificante con colorido consumista nos emerge en una sociedad  aletargada que nos inhibe de la impresión que nos pueda dar cualquier acto popular, lo cual nos conduce a un estado de irreflexión que ahora, agotados con el verano, nos quita las ganas de Feria ¿Qué dices, Feria?

¡Si hombre, Feria!, pero… carteras vacías, zapatos gastados, niños cansados, dolor de piernas…

¿Dónde quedarán las luces de alegría, los repique de infierno y quién se pegará un baile de taconeos de ilusión?

Una Feria es una Feria. LA NUESTRA.


CONIL

Me bebo tu sol
como quien bebe
el vino más preciado
y me empapo de ti.
Sobre tu arena, dibujo,
mientras mis pies se apoderan
del calor de tus orillas.
Tus aires me regalan
aromas marineros;
me lleno de ti
y me pierdo entre tus playas.
¡Conil!, Que me embrujaste
con luz desconocida.
¡Conil!, que me hechizaste
y no sé cómo salir
de tanto encantamiento.
Serás mi novia fiel
y yo tu enamorado
que cantaré, con alta voz,
el brillo de tu esencia.
Seré tu amante inconmovible
que llegará año tras año
a buscar el calor de tu regazo
y algún día, acaso no lejano
me quedaré contigo para siempre.
Arañaré tus arenas con mis dedos
y seguiré bebiéndome tu sol
abrazado al aroma de tu brisa.
¡Conil!, de mi sonrisa madura
serás espejo en que me mire
y, por siempre y para siempre,
me quedaré cosido a tu paisaje.
¡Conil!, de mis anhelos
serás la calma y el consuelo
y partida de mi ultimo viaje.

José Mª Ortiz

MI PLAYA

Sobre tu blanca arena
voy dejando las huellas
que mis pies me dictan,
mientra mis ojos se pierden
en el azul maravilloso de tu cielo.

La brisa de tu playa
desnuda por completo
y acaricia con ternura
mi piel estremecida,
me entrego ardoroso
a tu abrazo posesivo
envolviéndome en tu esencia,
para después, buscar el mar
que tan cercano me provoca
y unirme a él por un momento.

El sol me cubre y me calienta
y viste mi cuerpo con sus rayos.

Sobre tu blanca arena
camino con mis sueños
y mis ojos cerrados
me conducen por sendas sin destino.

Estoy feliz sobre tu suelo,
no busco la tierra prometida
porque encontré mi playa
y no quiero dejarla.

José Mª Ortiz

LA NOVIA DEL MAR

Se pierde la barca mar adentro
airosa y deslumbrante,
su boda con el mar, la noche antes,
le hace navegar hacia su encuentro.

De gala, la barca se ha vestido,
cual novia enamorada,
de gala engalanada,
de gala sus vestidos.

El mar pidió su mano
al verla retozar sobre la orilla,
una sirena asomó sobre la quilla
llevándole el mensaje de su amo.

La novia, rumbosa sonreía
como viviendo un sueño,
el mar pedía ser su dueño
y ebrio de amor le requería.

Una tropa de peces de colores
y caballitos de mar engalanados, la
llevan en busca de su amado
que hierve de amor, por sus amores.

Allá va sin miedo
la barca tan sencilla
dejando atrás la orilla
en busca de su sueño.

Sus manto será de blancas olas
y de concha su cetro y su corona,
su trono de coral no desentona
con su entorno de finas caracolas.

Llegas barquita a tu destino
sin nubes en la mar,
no vayas a llorar
si ves que equivocaste tu camino.

José Mª Ortiz
Fuentes: Archivo Municipal de Conil - Imprenta La Cañailla

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