

A MI MADRE NTRA. SRA. DE LAS
VIRTUDES
Infinidad de veces intento verte y todo queda en el intento, hoy en desagravio quiero ponerte unas letras, pero me imagino que Tú mejor que nadie sabe de mi pereza y de mis pocas dotes de escritor. Pero me arriesgo a ello y no quiero dejar pasar tu día haciendo que mi esfuerzo siga de modesto regalo en tu onomástica. Te escribo porque quiero que sepas que te quiero y ya en otras ocasiones, con personas que se fueron a Tu reino me di cuenta del amor que les tenía al faltarme y nunca se lo demostré. Pienso les hubiera gustado saber de mi cariño, pero Tú que me conoces, sabes cómo guardo mis sentimientos. A Ti te necesito, y en el día de tu Santo del pasado año me di cuenta de tu grandeza a pesar de tu pequeñez. Esperaba tu paso, lo hacía como una cosa más, estaba trite como muchas veces lo estoy, no me van las fiestas ni las muchedumbres. Sentía la música que te acompañaba y de pronto la fragancia de tus nardos me sacron de mis pensamientos. Vi como las gentes a tu llegada te acogían con fervor, vi los labios que se movían diciéndote una plegaria. Me fijé en ti, me miré en tus ojos y vi todas las miserias de mi alma. Me avergoncé de ser tan poco agradecido y de no ir siempre a buscarte y ver como venías a mí. Comprendí que por algo las madres son madres y por eso hoy con estas torpes letras te doy gracias por tanto como nos das y te pido nos de fe y nos tiendas tu mano para que el paso por este penoso mundo sea el camino que nos lleve a gozar de tu gloria.

OFRENDA FLORAL
En la búsqueda constante de los caminos que nos acercan a lo maravilloso objetivo concreto de mi afán en mi permanente tentación a la belleza, de nuevo, un año más acudo a la llamada, para constituirme en colaborador de este Programa, convirtiéndome al unísono en espectador, oyente y participante de las vivencias de esta manifestación popular.
Tocado ya con la gracia que el Cielo le transmite en su sonrisa azul, revestido con la dorada túnica de sus arenas, acicalado con las brisas que permanentemente le acarician y salpicado con la calada espuma del encaje de sus olas Conil traspasa el umbral de sus Fiestas Patronales.
El tiempo nos trae nuevas inquietudes y nuevas alegrías. Ni las unas ni las otras caminan nunca solas junto a nosotros: aquellas se nos clavaron, y de sus heridas nacieron nuevos frutos que las aguas del océano llevaron hasta los confines, sin alejarse de nosotros. Alegrías que llenaron momentos de tantas pequeñas cosas y vivencias habidas a lo largo del estío, que ya anuncia su inminente ocaso.
Queda atrás la noche de las incertidumbres, que muchas veces fue la mía, incapaces de soñar en la madrugada, dejándonos en el mundo del recuerdo, que se adentró en la arena estéril de la hondura de los sentimientos.
Apenas queda un murmullo del ruidoso vocerío que inundó nuestras horas. Todo quedó ya detrás.
Hoy es tiempo para el silencio. Silencio que sólo se rompe con la palabra plasmada en grafismo para abrir mi intimidad a las puertas de las Fiestas, una vez franqueado el Arco de la Villa.
Hora es pues de levantar la frente y fijar la mirada en el horizonte azul conileño.
La belleza, que en este viejo Mergablo tiene en estos días su máxima expresión, no es posible sin el protagonismo del pueblo. Así el rito de la participación, del sentir popular, se consuma con los actos profanos que servirán de regocijo y de unión, cual cordón umbilical, con el filial y final homenaje a la Celestial Patrona el día de su onomástica, homenaje que culminará con la apoteosis de la procesión por las calles de la Villa.
En un rito que el pueblo de Conil adicto con Ella misma no puede dejar de renovar su tradición.
Será el colofón de los actos. La orfebrería del templete del paso de la Seóra se rasgará con el alumbrado blanco de sus nardos. Cuatro esquinas de albura; cuatro surtidores de una primavera inesperada; cuatro reliquias de un bálsamo oriental rescatado por Conil; cuatro convergencias de varas abiertas en un equilibrio de primores, se vuelve artesanía de destellos…
María de las Virtudes, bordará cíngulo celestial sobre el bastidor de las calles aledañas a su Casa.
Las gaviotas acudirán desde la playa ensartando las alturas y presentarán armas en vuelo suspendido.
El viento de levante, fiel a su cita, moverá las ramas dejando oír el comentario de las hojas y resecará nuestros labios.
Con paso lento, el cortejo pondrá rumbo al Templo Parroquial para hacer su triunfal recogida.
Los nardos regresarán a la umbría de las bóvedas, más lozanos que salieron.
Sólo ella, con su Niño en brazos, se habrá dado cuenta…
Ricardo Mora Cárdenas
Conil, Septiembre 1990
¿Por qué no multiplicamos los lazos? Así quizás tanto a ellos como a nosotros alcance la esperanza compartida y no el destierro solidario.
Cada día de pasividad gratificante con colorido consumista nos emerge en una sociedad aletargada que nos inhibe de la impresión que nos pueda dar cualquier acto popular, lo cual nos conduce a un estado de irreflexión que ahora, agotados con el verano, nos quita las ganas de Feria ¿Qué dices, Feria?
¡Si hombre, Feria!, pero… carteras vacías, zapatos gastados, niños cansados, dolor de piernas…
¿Dónde quedarán las luces de alegría, los repique de infierno y quién se pegará un baile de taconeos de ilusión?
Una Feria es una Feria. LA NUESTRA.
CONIL
MI PLAYA
José Mª Ortiz
LA NOVIA DEL MAR
No hay comentarios:
Publicar un comentario