Acepté complacido y orgulloso, sin dudarlo, la primera insinuación que se me hizo para escribir unas líneas en el programa de las Fiestas de El Colorado, a pesar de que debo confesar mi condición de “nuevo en esta plaza”, y de que, en realidad, no he asistido ningún año al festejo. Pero se equivoca quien pueda pensar que sin conocerlos, poco puedo decir de ellos. Muy al contrario, tengo tanto que decir que no he dudado en hacerlo aprovechando la ocasión que se me brindaba en esta programa.
Porque en muy poco tiempo, he tenido ocasión de conocer este lugar y sus gentes, con ese conocimiento profundo y seguro que da la convivencia de cada día: una convivencia intensa, franca y abierta que no he encontrado en parte alguna.
Y avergüenza un poco reconocer el haber vivido largo tiempo tan cerca de esta tierra, haber pasado por ella tantas y tantas veces, y no haber sido capaz de penetrarla, de conocerla. Nos sucede a menudo en la vida: admiramos todo cuanto vemos fuera de casa y no tenemos ojos para valorar lo que ha sido parte, de nuestra propia existencia, cien veces más bello, más limpio, más atractivo, más nuestro.
A ti amigo, que lees este programa te invito a que vivas mi experiencia. Ven al Colorado a las fiestas, pero ven con los ojos bien abiertos, y el espíritu alegre de los niños. Ven y mira bien. Verás todo cuanto puedas encontrar en cualquier otra feria del mundo: el puesto de turrón con sus abejas zumbadoras, el volador, los caballitos con su monótono sube y baja, el ruido, la gitana con su churumbel a horcajadas, el farolillo y la cerveza, la música de baile y la rica patata frita salada y crujiente. Míralo, vívelo, disfrútalo. Pero luego, párate un momento, trata de dejar a un lado el bullicio, y fíjate en SU GENTE. Con los ojos bien abiertos y el espíritu sencillo y limpio de los niños, te repito.
Aquí hay gente diferente.
Hombres que van a la mili, como todos, pero que piden hablar con el Capitán General, para hablarle de un problema suyo. Y lo consiguen. Y que cinco minutos después, nervioso, respetuoso, sin saber qué hacer con las manos no con el “Lepanto”, se han ganado su amistad para siempre, por su sencillez y su hombría de bien, aunque hable con un dejillo muy fuerte y con voz dura y ronca.
Hombres que cinco minutos después de conocerte te lo dan todo, sin importarles el interés ni lo que pueda parecer. Y te vienes a casa con los ojos que brillan de alegría y un paquete debajo del brazo con una telera de pan de campo y una lata de pimientos al natural, para que hagas un gazpacho caliente “como no lo habrás probado en tu vida”.
Hombres o mujeres que montas un buen día en tu coche en la carretera, y cuando llegas al final del trayecto, al bajarse, te llenan los bolsillos de roscos de semana santa, que llevaban para la familia.
O un queso. O una lechuga, la más fresca y grande.
O una sonrisa, o un maravilloso “Dios le de salud”, o…que se yo…cualquier cosa, por no decir todo.
Porque el secreto de las gentes de este pedazo de tierra, las gentes del habla con el final cadencioso, las gentes estas que pasan sus días a la sombra de los pinos de un pinar que es de todos porque no es de nadie, es esa: que lo dan todo, que se dan a si mismo, mirando de frente, a los ojos, complacidos de que aceptes sus obsequios y su amistad.
Por ello, me atrevo a insistirte, forastero de pueblo cercano o distante, viejo o joven, rico o pobre, quien quiera que seas, que vengas al Colorado. Pero ven, perdona que te lo repita porque es necesario, con los ojos abiertos y el corazón dispuesto a dejarse ganar. Ven y vive la feria: bebe, come, baila, ríe, habla, pero mira bien a tu alrededor y contempla lo que hay debajo de la superficie, en lo hondo, lo que solo pueden ver y conocer los que saben mirar de frente con la mirada serena y limpia de los niños.
Si lo haces así, habrás estado en una feria más y, quizás habrás perdido tu tiempo. Pero si lo haces como te lo digo, como yo pienso hacerlo, cuando estés de regreso a casa, sentirás el regusto dulce de notar el corazón alegre, a la vez que el impaciente deseo agradecido de que pasan pronto los días que han de traer, al año siguiente, la nueva Feria de El Colorado.
Y cuando llegue, seguro que estarás también, esta vez sin que nadie te llame, aquí, entre nosotros.
J.R.O.
En la soledad campesina
Después de haber desentumecido la primavera al terco invierno y estar preparada para recibir el verano, tiene lugar la feria de El Colorado.
El Colorado lugar apropiado para encontrar reposo en contacto con el aire, plantas y animales, reposo exigido por la intensidad de un esfuerzo. Hoy que no se vive con la tranquilidad de hace años, cuando los modos de vivir no traían aparejada la fatiga como en nuestro tiempo donde los creadores de *Week-end* se los puede llamar verdaderos *profesores de energía* las cuales después del ajetreo de las fábricas olas atmósfera cargadas de las oficinas, se recetaban unas horas de campiña verde de silencio lector, o simplemente unas horas de observación de la naturaleza.
Este reposo exigido puede encontrarse en este lugar, en El Colorado, el cual posee todo lo necesario para pasar más horas de ocio, o sea descanso, formación y distracción, cosa nada fácil de conseguir.
Enumeremos algunas cosas de este rincón:
El Cielo, la ciudad, con sus luminarias, no nos deja ver las estrellas. Lo primero que descubrimos, al salir al campo, es que el firmamento sigue existiendo. En las altas noches, el disco de plata se mantenía con la otra presencia más fantasmal y poética de un rostro difuso y enharinado. También las estrellas, inquietantes, , taladrando con sus fusilerías de luz, el azul oscuro del cielo que ha nacido para nuestro ojos de habitantes de ciudad.
Para otros será motivo de contemplación trascendente, esa planta, aquel árbol o la innumerable presencia de pájaros y del reptil que, al iniciarse el día, comienza su crepitante y misteriosa presencia, olvidada desde la atolondrada sucesión de nustras vidas en el asfalto de nuestro cotidiano vivir.
A veces todo esto puede convertirse en los únicos “ejercicios espirituales” aptos para las personas aturdidas por la exigencia de un dinamismo creciente y agotador.
Todas estas cosas elementales están ahí, en el Colorado, insertos en la maquina maravillosa del mundo, con su milagroso existir, con la belleza innumerable que puede proporcionarnos las manchas de la piel de la lagartija, el perfil inesperado del magnolio o la alegría de la retama.
Finalmente para aquellos que tienen que tener su frente encorvada sobre la esteva del arado, también la feria de El Colorado les ofrece los más diversos motivos donde poder divertirse, pasar el rato con alegría a la vez que mirar la naturaleza no como motivo de trabajo sino de descanso.
Paco
Evocación al Colorado y sus festejos
Una vez má, como cada año, al llegar el mes de Junio, se celebran en Conil, los clásicos festejos de El Colorado.
No se por que razón me parece que este será uno de de los festejos más vaporosos de los que hasta la presente se han venido celebrando, dado el importante interés que los promotores de estos festejos están llevando a cabo.
No soy de Conil, pero he vivido aquí casi toda la niñez, y no sé porqué motivos, al llegar este mes de Junio, un no sé qué interior, hacen que yo también me regocije a la par que los nativos de esta.
Se ven llegar gentes de todas partes de los alrededores del extenso campo de El Colorado. Vienen del Barrio Nuevo, Las Quintas, Las Cumbres, La Isleta, Rincón de Juan Arias, Roche, Las parcelas, en fin de infinidad de lugares que en estos momentos no me llagan a la memoria. Vienen en grupos de varios amigos y amigas, cantando, bailando, y formando jolgorio alegre y jovial, propio de nuestra juventud actual.
No solamente vienen gentes de estos lugares que he mencionado, sino que vienen de otros lugares más alejados y que se desplazan desde por la mañana en sus vehículos, con el fin de pasar toda una jornada de paz y tranquilidad en el magnífico pinar de Roche, que en ésta tenemos el orgullo de poseer.
Dígame una cosa ¿No ha pasado Vd. todavía un día de solaz y descanso bajo este maravilloso pinar? Si lo ha pasado Vs. se habrá quedado extasiado al contemplar tan singular belleza y percibir ese aroma perfumado de pinos y follaje que Dios ha tenido la bondad de dejar plasmado en este insigne pinar.
Si no lo ha pasado Vs. amigo mío ¿Porqué no hace la prueba? Visítenos durante estos festejos y se convencerá de que todo cuanto digo en este trozo de papel, se queda chico al compararse con la realidad.
Amigo, siétese bajo el verde mar de pinos, sienta como la brisa, a jirones, trayendo evocaciones del mar y jolgorio de su naturaleza. Recuerda sus sueños de niño, cuando su mente, volaba en sutil carro ígneo por el cénit. ¿Qué siente? ¿No lo sabe? ¡Quizás nostalgia de sueños frustrados por el difícil sendero de nuestro caminar errante! ¿Siente eso? ¿Sí o no?, pues de verdad, sienta lo que sienta, quédese y sabrá lo que es vivir; confíe, se lo dice uno que no es aborigen, pero está cautivado de la belleza y cordialidad de este cachito de Paraíso escondido y olvidado del mundo, pero que Dios guarda para Vd.
PEPITO
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